Fidelidad y profundidad
Para que fidelidad y libertad
efectivamente no sean vividas como opuestos, es decir, para que el hombre se
decida libremente por la fidelidad es de no poca importancia que tenga para
ello razones sólidas y claras. A veces surgen preguntas como ¿para qué seguir
con esto? ¿por qué habríamos de ser constantes en tal o cual cosa? Es razonable
que de vez en cuando, por ejemplo en los momentos de crisis, surjan las dudas o
el cansancio.
Ante interrogantes de ese tipo no
hay por qué escapar. Si les escapamos podría ser eso una señal de que les
tenemos miedo y eso a su vez una señal de que no estamos suficientemente
convencidos sobre las respuestas que habríamos de dar a esos interrogantes.
Una actitud de fuga ante esas
preguntas tal vez logre como resultado una constancia ciega que en última
instancia es testarudez, apenas una mascarada de lo que la fidelidad es en
verdad. Podemos apoyarnos en la mera costumbre o en algún infundamentado sentido
del deber, podemos conformarnos con la idea de que las cosas han sido siempre
así y así tienen que seguir siendo… A la larga son construcciones sobre arena
que se desmoronan tarde o temprano. Las generaciones jóvenes tienen para ello
un olfato especial: con rapidez les nace la sospecha de que con el deber por el
deber mismo o con el solo fundamento de la costumbre no es suficiente. Y en
verdad no lo es. La rutina, la tradición autojustificada no alcanzan para mover
la voluntad. La voluntad tiende hacia el bien que es su objeto. Por eso, una y
otra vez es necesario buscar y reencontrar todo lo bueno que pueda tener una
fidelidad determinada o, para decir mejor, todo lo bueno que puede haber en
aquello para con lo cual hemos de ser fieles.
¿Para qué seguir? ¿Por qué
mantenernos fieles a esto o aquello? No sólo no hay que escapar ante esas
preguntas, sino que en algunas oportunidades debemos incluso fomentarlas.
Una auténtica fidelidad necesita
de lucidez y de una mirada profunda. Para la persona superficial la fidelidad resulta
una pesada carga, si no una tarea imposible. Quien vive en la superficialidad
sólo puede tener una relación superficial con la realidad, por tanto alcanza
las cosas sólo en su superficie, lo cual no puede alimentarlo más que
insatisfactoria y transitoriamente. La superficialidad causa la sensación de
vacío y ésta causa a su vez el tedio, el tedio genera inconstancia y el deseo
de fugarse a otra cosa distinta. Por ello el hombre superficial siente la
necesidad de pasar a algo diferente y abandonar lo previo, considerando que lo
anterior ya no tiene nada más para ofrecerle. La persona profunda, en cambio,
alcanza una relación profunda con la realidad pues puede penetrar en ella
hondamente. Se interna en las esencias de las cosas, logra con ellas un
encuentro íntimo que es también un encuentro caracterizado por la riqueza, la
abundancia y la fecundidad. Penetrando en lo esencial logra descubrir cada vez
más y alimentarse cada vez más pues lo esencial es inagotable. Así puede ser
fiel ya que la profundidad de la realidad le ofrece continuamente algo nuevo
dentro de lo mismo y su entusiasmo es capaz de mantenerse y crecer sin tener
que pasar a otra cosa distinta.
Esto vale también para la
“relación” del hombre consigo mismo, de la cual depende la manera en que cada
uno ha de relacionarse con lo otro. Cuanto más es uno capaz de habitar en la
hondura de su propia intimidad, mejores posibilidades tendrá de ser fiel a sí
mismo. Cuanto más penetre en sí mismo, mejor sabrá descubrir también que él no
es el fuente de su propio ser ni fundamento último de sí, por lo tanto se le
renovarán las posibilidades de fortalecer la relación de fidelidad para con
Aquel que le da el ser. Cuanto más se conozca a sí mismo, mejor visión tendrá
también de sus raíces, de sus pertenencia a una cultura y a una comunidad
determinadas, y así, por un lado, fortalecerá su relación de fidelidad para con
ellas y, en una virtuosa circularidad, crecerá también en autenticidad y
fidelidad a sí mismo, siendo fiel a aquello a lo que pertenece y que es lo
“suyo”.Martín Susnik
No hay comentarios.:
Publicar un comentario