"Puede suceder que dos hombres oigan
juntos una noticia y capten con razonable claridad su contenido: por ejemplo,
la comunicación del regicidio serbio en el verano del 1914. El primero no
piensa nada más al respecto, sigue tranquilamente adelante y se encuentra
después de pocos minutos ya ocupado con los planes de su viaje de verano. El
segundo, en cambio, quedó sacudido en lo más íntimo de sí y ahora contempla
mentalmente cómo se prepara una gran guerra europea, se ver arrancado del
camino de su vida y envuelto en el gran acontecer: no puede con su pensamiento
liberarse de esto y vive únicamente en la expectativa tensa y afiebrada de lo
que pueda suceder. La noticia lo golpeó en lo hondo de su interioridad. […]
El <yo> personal se encuentra en lo más
íntimo del alma de veras como en su casa. Si él vive aquí, entonces dispone de
todas las fuerzas y las puede emplear libremente. Entonces se encuentra también
en la posición más adecuada para captar el sentido de todo el acontecer, de
manera más inmediata y más abierta para medir las exigencias que se le
aproximan, su significado y sus alcances. Se dan pocos hombres que viven de
manera tan <recogida>. En la mayoría de los casos, en cambio, el <yo>
tiene su lugar de ubicación en la superficie: si bien los <grandes
acontecimientos> pueden ocasionalmente sacudirlo y llevarlo a la hondura y a
hacer después que trate también de responder al acontecimiento con una actitud
adecuada dado un lapso mayor o menor de tiempo, el <yo> suele volver a la
superficie. [...] Pero quien vive recogido en la profundidad, ve también las
<pequeñas cosas> en un contexto grande; sólo él puede apreciar su
importancia, medida con criterios últimos en la justa dirección y regular su
actitud conforme a esto. Sólo en él el alma se encuentra en el camino hacia la
última perfección y el acabamiento de su ser. Quien sólo ocasionalmente vuelve
a la profundidad del alma, para después de nuevo pasar a la superficie, en él
la profundidad queda sin formación y hasta puede no desarrollar su fuerza
formadora para las nuevas ocasiones que se brindan desde afuera."
E. Stein, Ser finito y ser eterno, pp. 400-405
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